
Aimée Joaristi. Umbrías
GÉNERO: Arte contemporáneo
ARTISTA: Aimée Joaristi
HORARIO: De miércoles a domingo – de 11:00 a 15:00 y de 17:00 a 21:00h
QUÉ NOS VAMOS A ENCONTRAR
Mi experiencia pictórica, y muchos de mis ejercicios instalativos y audiovisuales, parten de una intención de recrear determinados ambientes físicos que ya existen, con los cuales he interactuado; o de concebir otros de manera imaginativa, fantasiosa, mediante recursos simbólicos o artificios poéticos. Como han afirmado algunos especialistas, respondo más a una concepción de vínculo emotivo, energético, con esos ambientes o atmósferas; que a una perspectiva de interacción racional o estrictamente lógica.
Si se hace difícil para el espectador neófito, y hasta para el público especializado, definir esa frontera precisa en mi obra donde comienza y termina el anhelo de una recreación física, y donde comienza y termina el propósito de una recreación elucubrativa, fantasiosa, es porque estoy fundiendo constantemente las percepciones objetivas con las subjetivas, los ámbitos reales con los virtuales. Estoy mezclando siempre las correlaciones entre las experiencias sociales y personales; los sentimientos que provienen lo mismo de confrontaciones intimistas que comunitarias. Ese ejercicio intenso de fusión está todo el tiempo condicionado por la celeridad, el exabrupto, con que se están manifestando constantemente mis estados de ánimo. O sea, no hay manera de seguirle la pista a la cronología de mi quehacer visual y alegórico, si no se tiene en cuenta ese curso transitivo de mi actividad social e intelectual.

A lo largo de mi trayectoria creativa, he realizado una serie de obras y conjuntos visuales deudores del género paisaje, caracterizados por el empleo de atmósferas densas, sobrecargadas, en las que prevalece el dibujo gestual, catártico, desgarrador; piezas en las que el color desaparece casi por completo e impera la presencia de tonalidades negras y grises. En ellas, la oscuridad, la penumbra; y sobre todo la dimensión simbólica de lo espectral, se muestran como señales inductivas sobre determinadas experiencias eventuales de superstición, duda, miedo e incertidumbre. Experiencias e impulsos que me sobrecogen, me estremecen, pero también me tientan, me seducen. En ocasiones las hago aparecer también acompañadas de objetos emblemáticos, imbuidos de una mística oracular o de resguardo; artefactos, que tienen una relación estrecha con mi vida cotidiana y le otorgan un principio de confianza, de seguridad, a esa incursión o exploración artístico-mental dentro del imaginero. Los cayados o bastones, y algunos detalles de sus ornamentos, constituyen un buen ejemplo de esa voluntad de adición expositiva.
Si tuviera que ofrecer algún símil sonoro, una especie de cántico para desarrollar otra referencia vibratoria de ese mundo visual de hermetismo metafórico, boscoso, en el que me sumerjo; mundos que repelen y cautivan, que aprisionan y liberan, pensaría en la ópera del alemán Carl Orff, Carmina Burana. Llegué a pensar en un momento dado, incluso, reapropiarme de este título también para nombrar la muestra.

Aunque parezca paradójico, creo que estás señales o claves que inducen muchas de las piezas concebidas dentro de esta perspectiva o perfil, no han de ser interpretadas como indicios de un recorrido profesional errático, desorientador, sino por el contrario, como un motivo funcional de tentativas, búsquedas y reafirmaciones personales. He vivido con intensidad estos momentos de trance dubitativo, de existencia frágil, al límite, y de ellos he salido fortalecida, y con un tipo de obra que -según opinan algunos entendidos- aporta madurez y sofisticación a mi discurso dramático.
Desde hace ya algún tiempo vengo pensando en la idea de hacer una exposición en la que se haga un resumen panorámico de toda esta producción visual específica, y por eso deseo proponerla ahora como proyecto curatorial a la Neomudéjar. Luego de varios días analizando, he decidido denominarla “Umbrías”, pues considero que es un sustantivo ideal para reflejar ese estado y atmósfera tenebrosos, sombríos, casi selváticos, en el que de manera simbólica suelo perderme y encontrarme con cierta regularidad desde lo intelectual y lo emotivo. Pero considero también que es un término que incorpora con muchísima sutileza -casi de soslayo- ese sentido de conexión y dependencia con los entornos naturales que me circundan, que me acogen dentro de la región del trópico donde vivo y trabajo: Costa Rica. En el caso particular de los cuadros que integran la exposición “Umbrías”, considero que adquiere una dimensión práctica ese ejercicio de contemplación y sugestividad a que me someto constantemente frente a las penumbras y noches del campo costarricense. De esas vegetaciones, de esos montículos o relieves apenas vislumbrados; de esos espectros sugeridos tras el forcejeo, la tensión entre las luces y las sombras nocturnales, he aprendido mucho. De ellos he extraído un sin número de artificios técnico-compositivos que se manifiestan en casi toda mi producción multifacética, pero sobre todo en los fundamentos de mi obra realizada mediante el dibujo y la pintura.
